“La gota desgasta la piedra, no por fuerza sino por constancia.”

Apr 23, 2010

El ego del emprendedor


Siento que me toca hablar del ego de los emprendedores como uno de los más importantes pasivos en nuestras empresas y que lamentablemente sería igual de aplicable a nuestros dirigentes políticos como lastre de nuestros países.
Parece obvio que el emprendedor precisa de un "ego bueno", como el colesterol bueno, que fortalezca su autoestima, le anime en su aventura y le de fe en si mismo y en sus proyectos. Así es como empieza a alimentarlo como vitamina imprescindible para la confianza en su navegar.
Este ego bueno da pronto sus frutos y nos anima a sobrealimentarlo y así, un día sin darnos cuenta, cruzamos esa sutil barrera de difícil retorno hacia el "ego malo".
Y es este ego malo el que se instala en los consejos de administración, entre los socios, en los miembros del equipo directivo, los colaboradores e incluso con los competidores, constituyendo un importante pasivo que quizás no valoramos bien.
Es el mismo que no permite a un gobierno aceptar ninguna enmienda de la oposición y a la oposición apoyar alguna medida del gobierno.
Es el ego del joven que no acepta el valor de la experiencia del viejo, es el ego de viejo que no entiende la frescura y la actualidad del punto de vista del joven.
Todos hemos pasado esa enfermedad llamada adolescencia antes de llegar a adultos y parece obligado que también el emprendedor haya de pasar por la inflación de su ego y su consiguiente adición al poder, antes de entrar en una posición más equilibrada.
A los que somos cazadores esta situación nos recuerda a la berrea, con esos ciervos jóvenes corneándose hasta casi la muerte por aquello de inseminar más hembras y que parece que responde a ese mandato hormonal "pelea y mata a tus competidores para poder reproducirte".
Mi intención es inquietar al menos a unos cuantos, a mi mismo como emprendedor el primero, sobre este sutil y silencioso crecimiento del ego empresarial que ahoga sinergias muy positivas y empobrece la creatividad de quienes no saben ni oír ni aprender de los que se cruzan en su camino.

¿Por qué nos costará tanto aceptar a tiempo un buen consejo?
¿Por qué estamos tan incapacitados para aceptar nuestros errores y ajustar el rumbo?
Tengamos esperanza en poder reconocer este síntoma a tiempo.

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